18 de enero de 2009

Historias de la Ruta en Bici 2009 (I)

Hoy se nos ocurrió salir. Habían pasado las comilonas navideñas, las compras, las enfermedades, las gripes, las lluvias, las nieves, los fríos extremos. Todos estamos en baja forma, y hay muchas rutas por pedalear desde que descubrimos el wikiloc. Así que este finde tocaba recuperar algo de forma con una ruta suave en la que aprovechamos para descubrir algún camino nuevo.

Dani propuso una ruta que bordeaba Arganda del Rey, desde Rivas hasta la R-3, y Nando y yo no íbamos a poner pegas. Este día también iba a pedalear con nosotros Antonio.

Dejamos los coches en el aparcamiento del Polideportivo de Rivas Pueblo y bajamos a la Laguna del Campillo con un poco de frío en el cuerpo. El termómetro no debía subir de los 4ºC, pero con la marcha el airecillo cortaba. Pronto empezamos a percibir la realidad: había barro, bastante barro, pero que a esas horas del día estaba aún congelado, como la nieve que nos encontramos hasta cruzar el Jarama por el Puente del Tren de Arganda. Empiezan a surgir los inconvenientes, no se puede seguir por el trazado planeado porque sería circular por una tierra de labor, y con agua pues como que no. Cambio de planes: iremos a la Milla Verde.

Nos cruzamos Arganda y hasta la Cementera de Portland, una subidita a ritmo que no se hace mal, pero con algún tramo verdaderamente congelado. Allí arriba nos agrupamos los reservones y los valientes y a un servidor se le ocurre la idea de bajar hasta los cantiles de San Martín - Rivas. En qué momento.

Cruzamos la carretera para coger el camino que nos llevará a la bajada de Vallekillas. Entonces empezamos a ver cómo el terreno está "tierno" y nos llevamos un pedazo de tierra con cada pedalada. Hasta tal punto que proseguir la marcha se convierte en un sobreesfuerzo. Y llega un momento en que ya no es que te falten fuerzas, si no que es físicamente imposible, porque la cadena se ha convertido en barro apelmazado de ir dentro de la nueva cubierta de barro de la rueda de atrás. Los piñones no engranan en los eslabones, los platos empiezan a cambiar solos, das pedaladas y la bici no avanza. Nando y Dani son unos machotes y avanzan como pueden montados en sus bicis hasta la carretera. Yo oigo que por detrás Antonio se ha quedado sin cambio. ¡Y tanto! La patilla que une el cambio con el cuadro se ha quebrado, es imposible seguir así.

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Mientras, como podemos llegamos a la carretera, nos adelantan otros bikers con los mismos problemas, de 5 que son a 3 se les ha roto la misma pieza, y todos llegan bien embadurnados. La solución: tronchar la cadena, quitar eslabones e ir con piñón fijo, como las bmx. Para eso estaba el mecánico del Dani. Sacó su tronchacadenas y se puso a la faena. Y que no hay forma! Ni abre-fácil ni leches! al final, los eslabones por los suelos, y el tronchacadenas roto. Sólo queda ir a por los coches a que nos vengan a buscar. Son las dos de la tarde, pero hace una rasca importante, al menos el frío le tenemos en el cuerpo.

Y en el momento en que Dani y Nando bajan Vallekillas en busca de los coches, pasa a nuestro lado una furgoneta con búlgaros, rumanos o qué se yo, que se ofrecen a llevarnos. En principio a la gasolinera de la Cementera, pero como van a Rivas nos llevarán hasta casa de mi hermano para reunirnos con los compañeros para limpiar las bicis.

Y allí nos encontramos, en una jergoneta metidos con las bici-barro, sentados encima de unos sacos de arena, viendo cómo los pedales se banbolean libremente, sin ataduras ni cadenas, que por cierto, quedó en el lugar de los hechos.

PD: un saludo afectuoso a los bikers que no nos ayudaron en la loma de los vientos, y un reconocimiento a los compadres inmigrantes que nos llevaron a la misma puerta de casa, y casi nos invitan a comer. ¡España es asín!