17 de febrero de 2010

17 febrero 2010

Del mar a la montaña.

Amanecimos en Matakaea con el cielo encapotado, pinta mal. Albergamos aún alguna esperanza de ver algún pingüino de ojo amarillo, y por eso vamos hasta el mirador que hay al final de la carretera. Durante unos segundos creemos que podremos verlos encima de una roca, pero son cormoranes, muchísimos cormoranes encima de las rocas. Paramos en el último de los miradores, y descubrimos una foca algo despierta abajo, sobre la costa rocosa, y otra más emponzoñada en el mismo mirador. Como sería la cosa que llegó un guiri y le preguntó al primo que si era de plástico, a lo que el primo respondió “no, is live”.

Hay otro hide desde donde quizá se vieran pingüinos, pero no queremos probar más, no se pueden ver y no los veremos. Así que nos ponemos en dirección a Moeraki, a ver las boulders (rocas esféricas) que aparecen en las revistas. Son de visita libre, aunque te piden un donativo de 2 $NZ, aquí sacan dinero hasta de las piedras. Hay mucho turista, el cielo cubierto de nubes, mala luz para unas buenas fotos, pero la marea está baja y se pueden ver todas.

Me gustaría poder explicar su origen pero no lo tenemos muy claro. Me informaré pero creemos que son acumulaciones de sedimentos, se dice que con fósiles en su interior, recubiertos de acúmulos de sal todo ello erosionado por el batir de las olas.

Las fotos de rigor, una visita a la tienda de recuerdos para coger postales y partimos tierra adentro rumbo al Monte Cook.

La ruta es subir hasta casi Oamaru, girar hacia el interior, en paralelo al Waitaki River, un río sobreexplotado en cuanto a energía hidroeléctrica se refiere. Pasamos por la presa del Lago Waitaki, la fotografiamos y vemos la turbina tipo inglesa que tienen expuesta, así como el resto de presas que tiene el río. De todas ellas pasamos por Aviemore y Benmore (la más grande), pero no paramos. El lago Benmore es bastante grande, en el confluyen los ríos Ohau, Pukaki y Tekapo, todos ellos con sus correspondientes lagos y su procedencia glaciar, dentro del Distrito de  Mackenzi.

Nosotros seguimos subiendo hacia Twizel, entrada natural hacia el Parque Nacional del Monte Cook (Aoraki). Allí hacemos nuestra última compra y echamos gasolina para no arriesgar como ayer. Me llamaba la atención el canal que sale del Lago Pukaki y quería ver dónde se había rodado la batalla de los campos de Pelennor del Señor de los Anillos, así que hicimos un par de paradas.

Ya estábamos junto al gran Lago Pukaki de aguas de un azul lechoso, y se supone que deberíamos ver el Monte Cook. Hacíamos nuestras cábalas mapa en mano, pero nada, ningún pico cuadraba. Además cada vez entraban más nubes, y se veía que en las montañas estaba lloviendo. Así que en ninguno de los miradores hacia el Monte Cook le pudimos fotografiar, nos teníamos que contentar con mirar la fotografía de la revista para pensar cuál podía ser.

Y así llegamos al ”pueblo” de Monte Cook/Aoraki, que son dos casas y media, y todo un cúmulo de servicios para los montañeros y no tan montañeros. El más importante es el Hotel Hermitage, una construcción en negro con varias alturas y grande ventanales y balcones en mitad de la ladera de la montaña. Adosado está el centro de visitantes, un café y las oficinas de las empresas que ofrecen actividades en la zona. Un poco más alejado existe un camping administrado por el Departamento de Conservación.

Tras un paseo por el centro de visitantes con exposiciones sobre los montañeros que han coronado la cima del pico más alto de Oceanía (3.754 m), un memorial a los montañeros muertos en su intento de alcanzar lo más alto, geología y fauna y flora de la zona, y otros reportajes, nos decidimos por hacer una ruta de 3 horas que va al valle de Hooker. Íbamos con tiempo, pero las visitas al centro nos han llevado a las 5 de la tarde.

Comenzamos a caminar y las nubes que no se iban. Tras asomarnos al hito que homenajea a los caídos en Aoraki comienzan a caer las primeras gotas. Nos llama la atención la cantidad de orientales que rondan por la zona. Pasamos el primer puente colgante sobre las aguas del río Hooker, y ya empezamos a ver las formas glaciares del valle. Desde que hemos llegado al Parque Nacional hemos percibido la fuerza del hielo. El valle es el típico de fondo plano, lo cual llama la atención ya que las escarpadas montañas acaban en una planicie cubierta de gramíneas. En este momento de la ruta el río manifiesta su efecto erosivo sobre las huellas que el hielo ha ido dejando. Podemos apreciar desde un mirador, y después caminando, las diferentes morrenas que ha ido depositando el glaciar, la más joven es la que se encuentra más cerca del cauce del río y del Lago Mueller, y casi pegada a la base de los picos de nuestra derecha (Mt. Wakefield) se encuentra la manifestación de uno de los mayores avances del glaciar Mueller.

Proseguimos caminando entre ambas morrenas, cuando casualmente nos cruzamos con dos rubias. Tonterías de la vida. Giramos hacia la derecha para adentrarnos en el valle del Hooker, y de nuevo debemos cruzar otro puente colgante para seguir avanzando hacia el glaciar epónimo. Antes llegamos a una cabaña que sirve de refugio para nuestros mojados cuerpos. Nos avituallamos y dejamos nuestra impronta en la caseta, con mensajes de 1986.

Yo creía que la ruta acababa allí, además íbamos pegados de tiempo y muy mojados, pero seguimos adelante hasta que en unos 10 minutos llegamos a ver el Lago Hooker con témpanos de hielo blanco, azul y negro flotando sobre sus aguas blanquecinas. El frente del glaciar se encuentra al fondo, un poco escondido tras la cortina de agua que cae. Hacemos las fotos como podemos, tenemos ya todo empapado, y damos media vuelta, son las 19:20 y anochecerá en poco más de una hora.

El regreso lo hacemos a un ritmo frenético. Tan solo paramos para observar las cascadas que han ido surgiendo con la lluvia. A pesar de no poder apreciar las cimas al memos el espectáculo de sus cascadas lo compensa. Prestamos mucha atención a dónde pisamos pues todo está encharcado y hay muchas piedras mojadas. Tan solo nos despista el estruendoso ruido de algún témpano de hielo cayendo de los alto de los glaciares que hay colgados a lo lejos  sobre nuestras cabezas (Huddleston, Tewaewae, Eugenie, Hayter…)

Va oscureciendo, descruzamos los puentes colgantes y llegamos al camping del DOC. No nos queda muy claro si hay que pagar y dónde se paga así que finalmente decidimos dormir hoy de nuevo en cualquier apartadero de la carretera. Antes tenemos que llegar a la caravana atravesando los amplios ventanales de los comedores del Hermitage, qué opulencia, qué esperpento…

Llegamos empapados a la caravana, unos más que otros, lo sufren hasta en el pasaporte. Nos secamos, nos cambiamos y a dormir junto al río Tasman.

Esperemos que mañana haya suerte  y el horadador de nubes (Aoraki) haga su trabajo y despeje el cielo para que podamos apreciar su cima y su estampa majestuosa.

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