11 de febrero de 2010

9 febrero 2010

Hoy tocaba día de enlace, y como en las grandes vueltas ciclistas, no iba a suponer un descanso. Comenzaba el día viendo  el monte Ruapehu, imaginando a Frodo con su pesada carga subiendo por sus laderas.

Partimos dirección Wellington, toca cambiar de isla y tenemos el ferry Interislander a las 18:25. Pero de camino teníamos deberes pendientes: confirmar las actividades que tenías próximamente. La más inmediata era la del kayak en Abel Tasman, que la teníamos que tener confirmada ya. Paramos en la primera cabina que nos encontramos de camino y ahí empezó la odisea “in inglis”. Lo primero que te sale es una grabación que no hay forma de entender, deja paso a una operadora, a la que saludo y lanzo mi requerimiento. Iba preparado con unas frases y con lo que supondría me iba a preguntar, pero la cosa se fue complicando por momentos, y lo mejor que me salió fue cuando le dije que mi inglés era muy malo que lo sentía mucho pero que no la entendía. Les dices que te hablen despacio y te vuelven a soltar un rollo larguísimo, que a la segunda frase ya has perdido el hilo. ¿No pueden dar instracciones en breves pasos? Por lo visto me estaba contando que tenía que estar minutos antes de la hora indicada, que si tenía comida contratada y que si dormíamos lejos ellos nos acercaban en bus gratuito, y que sino podíamosdormir en sus hoteles. Pero claro, eso lo supongoa  toro pasado.

Luego le tocó el turno al primo, confirmando la actividad del glaciar Fox. Una auténtica aventura, pudo decir la hora unas veinte veces, la cambiaron y la descabiaron. Y lo más sangrante, que también me pasó a mi, es que te preguntan el apellido veinte veces y como no lo entienden se lo tienes que deletrear.

El siguiente paso era hacer compra, para ello paramos en Wanganui. Iba todo bien, compramos lo necesario y poco más, echamos el ojo a un sitio donde comer rápido y seguro, pero cuando estábamos guardando la comida se nos rompió el cajón de la vajilla, no pudiéndose cerrar. Así que nos tuvimos que poner de manitas para arreglarlo, buscando tornillos y destornilladores, al final nos decantamos por lo único que había, una resina epoxy que a día de hoy parece que va aguantando.

A todo esto el tiempo había pasado, y cuando el primo mete en el GPS el destino de la ruta, Wellington, nos pone que llegaríamos a las 17:30, y teníamos que estar una hora antes para sacar los billetes.

Así que ahí me veis a mi cogiendo la caravana por esas carreteras que posee NZ, pegado a la costa rebajando tiempo al GPS. Primero fue adelantar un tractor, luego una caravana en un “passing lane”, luego adelantar con tráfico de frente, luego adelantar coches, y cuando me puse a adelantar a un Porsche Cayene, a 120 km/h y las ruedas casi despegaron del suelo (literalmente) reduje un poco la marcha. A todo esto nos estábamos quedando sin gasolina así que tenía que combinar el darle caña con el ahorro de carburante.

Finalmente tuvimos que repostar antes de llegar a Wellington y llegamos con la hora pegadísima, ns separamos para lo billetes y llevar la caravana a la cola y finalmente pudimos entrar, muy por los pelos y haciendo todo tipo de pillerías, pero llegamos a tiempo.

En el ferry, disfrutar de las vistas y el frescor, decir adiós a la isla norte, y hola a la isla sur, aun que ya de noche.

Y para continuar con este ajetreado y estresante  día, otras tres horas de viaje que condujo Dani hasta Motueka. Y cuando quisimos aparcar para echarnos a dormir todos los sitios viables tenían el cartel de prohibido acampar, prohibido aparcar o prohibido pasar la noche. En fin que dimos más vueltas que un tonto para acabar en un sitio inclinado, sin cenar y reventaos.

1 comentario:

  1. Me mola esta idea de narrar cada peripecia en el viaje.

    Nada que alegar ni que añadir, sino que cada trozito intento disfrutarlo, como si andará por allí.

    Dadle artistas!

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