27 de julio de 2010

Mar o montaña: Asturias! (Guía de Viaje en solitario I)

Llega el momento de despedirse de la agradable compañía  y seguir el camino solo. Aprovechando que andábamos por la parte oriental de Asturias, decido acercarme por un lugar al que he ido muchas veces y desde hace mucho tiempo: la calita de Prellezo. A escasos kilómetros de la Ría de San Vicente de la Barquera, una carretera en ya muy buen estado te conduce hasta el pueblo y tras él, entre prados plagados de vacas, un aparcamiento en el que he pasado muchas noches. Allí dejé el coche, alucinado por la altura de los árboles, que en su día ni estaban, y que hacían del aparcamiento un lugar pequeño. Se apoderaban de mí numerosos recuerdos, de noches durmiendo en tienda de campaña, al raso, en el coche… Bajando a la cala podía apreciar la casa de ensueño que se construyó un notas con una vista perfecta al mar, y la casa a pie de playa lamentablemente abandonada y que, hace poco recordaba, nos fue ofrecida en su día. Cuando llego a las rocas también me acuerdo de que mi hermano Gonzalo vino aquí a retirar chapapote del desgraciado Prestige. En fin, muchos recuerdos de muchas muchas historias.DSCN9625 Siempre me ha gustado esta cala por su tranquilidad, y porque sImagen0075e aprecia una distancia intermareal bestial: en pleamar las aguas son tranquilas, y cuando se retiran dejan miles de huecos en la roca con mucha vida y las olas rompen en mar abierto. Pero hoy, cuando llego a la orilla, descubro un bullicio de gente, muchos padres con sus hijos, todos hacinados en los 5 metros escasos de arena que deja libre unas aguas en pleamar. Han instalado duchas, un chiringuito y un puesto de vigilancia, la verdad que esto no es lo que era. Para llegar a la arena tienes que meterte en el agua y sortear una roca, decido no pasar, me quedo observando el mar. Por poco tiempo, pues empiezo a pensar que un tío solo, en una playa repleta de niños, observando sin nada que hacer puede resultar sospechoso. Así que decido irme, y ni siquiera me planteo quedarme esta noche a dormir allí. Prefiero conservar los recuerdos que tengo en mi cabeza y no llenarlos de gente.

Como tenía unas ganas tremendas de meterme en el mar, decidí volver a la Playa de La Franca. Y allí pude gozar de una playa con bandera azul, a unas horas en las que el calor no apretaba demasiado y no había excesiva gente. El problema, con el que ya contaba, era qué hacer con las llaves del coche. Iba provisto de una bolsita estanca, pero a falta de bolsillos con cremallera decidí que lo mejor era dejarlas en tierra firme tapaditas con la toalla. Así pues disfruté del mar pero con un ojo puesto en la orilla.DSCN9629 - DSCN9631 - 4216x1664 - SCUL-Smartblend Muy buena playa, el agua estaba buenísima, con bastantes metros para hacer pie, con un bosque a un lado y piedras al otro, un río desembocando junto a un acúmulo de arena. Muy bien, un 9 para esta playa, hay que volver, seguro que volveré.

Una vez refrescados el siguiente propósito era hacerme con víveres, aunque mis amigos me dejaran algo. Tras pasar por San Vicente y Llanes sin éxito de encontrar un supermercado abierto (sigue aumentando mi manía con Llanes), acabé en el Alimerka de Ribadesella, donde me encontré a una de las vecinas de Cuevas, con la que más hablamos después del baile, muy curioso.156, 3 imagenes, DSCN0001 - DSCN0003 - 6651x2083 - CCUL-Smartblend Y tras estar provisto de comida la siguiente tarea era encontrar sitio para dormir. Lo tenía claro, hoy no iba a ser en camping, intentaría colocar la tienda junto a algún camino o si no, contaba con el parking de la Cuevona que estaba bastante escondido. En vez de tomar el camino de siempre tomé, desde la parte nueva de Ribadesella, la AS-341 que en pronunciada subida conduce hasta un área recreativa muy chula con unos miradores desde donde ver toda Ribadesella.

161, 5 imagenes, DSCN0001 - DSCN0005 - 10658x2068 - CCUL-SmartblendDSCN9636

Por una carretera muy estrecha crucé Ardines, Sardalla,  Tezangos… pequeños núcleos de viviendas, y casas desperdigadas por eternos prados. Así llegué al cruce bajo la A-8 y en vez de ir hacia cuevas giré hacia Nocedo, donde me dijo Dani que había visto un sitio que me podía servir. Y así fue, al final del camino junto a unas casas, había una parcelita donde solo faltaba el cartel de “acampe aquí” con su aparcamiento y todo. Pero me parecía que estaba muy expuesto, y tras consultar a un vecino me pareció mejor opción un camino que se adentraba hacia el bosque, que hacía poco lo habían segado, y que no conducía a ninguna parte ya que la vegetación lo cerraba. Allí, al fondo, planté mi tienda de campaña en pocos segundos. Degusté mi cena y dormí rodeado de vacas con sus cencerros deseándome buenas noches mientras se alejaban a medida que la noche me presentaba las estrellas.

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